La primera bandera fue a la vez un símbolo de la fe dominante en la Nueva España: la virgen morena, que expresó la catequización de las poblaciones indígenas. Esa bandera fue la cristalización icónica de la emancipación y la libertad. Con los años, se constituyó un símbolo laico, expresado en las tres garantías y se adicionó el profundo simbolismo de las poblaciones prehispánicas del centro del país: el águila devorando a la serpiente.
A lo largo de la historia de México, diversas banderas han sido representativas de los ideales de lucha. El diseño de la bandera nacional que conocemos, surgió justamente en 1821, como una inspiración que Agustín de Iturbide tuvo, en aras de materializar las garantías de los y las mexicanas en la Declaración de Independencia de nuestro país, en memoria de la proclamación de ese año del Plan de Iguala. Es por demás sabido que, la bandera nacional es símbolo representativo de nuestra identidad como Nación soberana.
Por ello, no podemos soslayar el carácter simbólico de sus colores y de su escudo, los cuales tampoco han quedado estáticos, sino que han cambiado en aras de responder a la conciencia colectiva y las circunstancias históricas. Muestra de ello es que, en un inicio, la franja vertical en color verde representó el movimiento de independencia y su correspondiente separación de España, el blanco al centro del lábaro, la religión católica y la franja vertical en color rojo la unión entre los pueblos de América y Europa.
Siendo presidente de México Benito Juárez, estos colores adquirieron otra simbología, acorde con la imprenta de liberalismo de esa época. En este sentido, el verde se convirtió en símbolo de la esperanza, el blanco de la unidad del pueblo mexicano y el rojo, la sangre que nuestros héroes nacionales habían derramado. Una nación puede expresarse de muchas formas: en su pasado común, en su visión de futuro, en sus valores dominantes, en su idioma, en la conciencia de su ser frente al resto del mundo, pero en todo momento se requiere la materialización de ese ideal nacional, que es el papel asumido por las banderas en todas las sociedades humanas.
Son las banderas las herederas de los colores de la etnia y del estandarte de los ejércitos rivales. Sin ese signo de identidad, tan profundamente inscrito en nuestros genes, sería imposible diferenciarnos de los otros y afirmarnos como integrantes de un mismo organismo cívico.
Hoy, 24 de febrero, celebremos con júbilo el día de la bandera nacional, en un acto que se reconoce a Don Macario G. Barbosa, colimense que con fecha 21 de enero de 1933 presentó al entonces Presidente de la República, General de División, Abelardo L. Rodríguez, la iniciativa de rendir honores a la bandera.




Esta exigibilidad al reconocimiento del lábaro patrio no era un asunto menor, pues se daba en un momento histórico en el que se precisaba reconocer el nacionalismo, y qué mejor muestra de ello, que a través de rendir honores a la enseña nacional.
Tomamos como referencia, el día 24 de febrero, en virtud de que, en el año 1821, Agustín de Iturbide había promulgado el Plan de Iguala, en el Estado de Guerrero, documento que reconoció a México como un país independiente. No obstante, fue hasta el año de 1940 cuando el presidente Lázaro Cárdenas declaró oficialmente el 24 de febrero como el día de la Bandera Nacional, momento oportuno para rendir homenaje al lábaro patrio y al himno nacional. Para 1942, el entonces presidente Manuel Ávila Camacho encabezó la primera ceremonia en honor a la enseña nacional en la Plaza de la Constitución. Por ello, los tres poderes de la entidad rendimos homenaje a este símbolo, el cual aprendimos a amar, defender y enaltecer desde la niñez.



Algunos no están de acuerdo.
Existen sectas, por ejemplo, que consideran que la honra a una bandera es antagónica a la fe. No es así. No se honra el objeto, sino lo que representa, es decir, su profundo simbolismo histórico, anímico y cultural. Los anarquistas también la rechazan. Dicen que las banderas dividen y que en su lugar debería existir un solo símbolo de identidad entre todo el género humano. Pero se trata de una visión utópica, que quizás nunca logre concretarse.
Lo cierto es que el mundo se divide en naciones y que cada una de ellas procura subsistir frente a las amenazas externas o internas. Por ello, la honra a la bandera se consolida en nuestro presente y se proyecta hacia el porvenir. Seguirá siendo el símbolo de nuestra identidad mientras permanezca la nación mexicana. Por ello la seguimos honrando y educamos a las nuevas generaciones a su respeto.
Ahora, una nueva reflexión se impone: aun cuando la Ley Sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacionales no dispone el significado de cada uno de estos colores, esta fecha resulta propicia para evaluar si éstos siguen representando, en su orden, la esperanza, la unidad y la sangre derramada por nuestros héroes. Podríamos replantear ese carácter simbólico de los colores de la bandera, para permitirnos así, seguir fortaleciendo nuestra identidad como nación soberana, en este contexto globalizado, y así, hacer frente a los problemas que aquejan hoy a nuestro país.
En este sentido, la franja vertical de color verde en el extremo izquierdo representa los recursos naturales, culturales, tecnológicos y científicos que coadyuvan en el constante mejoramiento de las condiciones de vida de quienes habitamos en este país. El color blanco, franja vertical al centro, simboliza el crisol de valores, los imprescindibles para lograr la sana convivencia, la solidaridad para vivir en paz y ser, como dice el juramento a nuestra bandera, una nación humana y generosa. Del extremo derecho, la franja de color rojo, encarna el ímpetu, ese tesón por hacer de México un país mejor no sólo en el presente, sino para las futuras generaciones.
Finalmente, en el escudo nacional convergen elementos que el pueblo azteca nos heredó: el águila posada sobre un nopal con una serpiente entre sus garras, símbolo de la historia que nos ha marcado y que estamos obligados a conocerla, para no repetirla.




¿Qué seríamos sin ese poderoso símbolo de unión en lo fundamental?
Quizás nos extraviaríamos y perderíamos nuestra identidad, naufragando en un mundo que de forma constante nos pone a prueba.
Lo importante es que la honremos no sólo de palabra, sino en los hechos.



Defender a la bandera, en nuestros días, es honrar la visión de una vida fundada en el derecho, la igualdad y la democracia, los máximos valores que nos definen como mexicanos.
Desde nuestros primeros años aprendimos el Juramento a la Bandera, y hasta la fecha, llenos de gozo lo pronunciamos.
Cuando referimos que la bandera es “símbolo de la unidad” no debemos pasar por alto que hoy más que nunca, se requiere que los y las mexicanas nos mantengamos unidos, que en todo momento prime la empatía, la tolerancia y la solidaridad por sobre todas aquellas formas de egoísmo e intolerancia; que la humanidad y la generosidad referida en ese Juramento la materialicemos en la cotidianeidad, y no sólo quede en la expresión de una promesa incumplida
Por ello, feliz día de la Bandera a los colimenses y a los mexicanos en general.
Que nuestro lábaro patrio, el más hermoso del mundo, siga ondeando y unificando nuestras convicciones, más allá de todo lo que puede diferenciarnos.